Entre el 40-80% de los pacientes oncológicos presentan desnutrición al diagnóstico o la desarrolla a lo largo del tratamiento. Este dato aumenta si nos enfocamos en los tumores localizados a lo largo del aparato digestivo o leucemias. Además, los tratamientos antineoplásicos son un factor de riesgo para el desarrollo o empeoramiento de la desnutrición, debido a su sintomatología asociada que repercute en la alimentación del paciente como náuseas, vómitos, xerostomía, mucositis, disgeusia o anorexia. De hecho, según el Instituto Nacional del Cáncer y la Sociedad Americana del Cáncer, una de cada tres muertes de paciente adulto oncológico está relacionada con la nutrición. Estudios apuntan a que los pacientes oncológicos tienen una elevada predisposición a compararse con otros pacientes o fijarse en su comportamiento, sobre todo cuando hablamos de supervivientes. De esta manera adquieren hábitos o rutinas por imitación con el fin del obtener los mismos resultados, al margen del tipo de tumor, sintomatología o tratamiento individual que se tenga. Lo cual, ha demostrado ser contraproducente, ya que las pautas nutricionales individualizadas a un paciente no son extrapolables al resto de la población afectada sin ser susceptibles de modificaciones. Además, en la mayoría de los casos se desconoce si hay un criterio de un profesional sanitario detrás, por lo que puede aumentar aún más el riesgo de malnutrición.